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Todo texto posee dos elementos inseparables: el fondo y la forma. El fondo es
aquello que queremos decir, la idea de la cual partirá nuestra escritura, el contenido neto de nuestro pensamiento;
la forma, por su parte, es la manera particular con la que cada individuo maneja los recursos del lenguaje para
darle continente, para darle cuerpo a esa idea que queremos expresar, atendiendo al efecto que deseamos conseguir
en nuestros lectores.
Por ejemplo, cuando un caballero quiere pasar de las palabras a los hechos con
una mujer, puede elegir el preclaro estilo de Clark Gable y decirle: "sedúceme ahora mismo o piérdeme
para siempre" o bien, optar por el andaluz estilo de Joaquín Sabina para murmurarle: "hoy tienes
una ocasión de demostrar que eres una mujer, además de una dama".
Como puedes observar el contenido es el mismo, no cambia ni un ápice,
sin embargo, la forma de exponerlo es completamente distinta, no es una mejor que la otra, no es una más
efectiva que la otra sino es en relación con las circunstancias en que se utilice, eso es justamente el
estilo.
El buen estilo literario, apropiado para redactar las investigaciones posee cuatro
cualidades básicas a saber: sencillez, precisión, concisión y claridad. Las cuatro se complementan
y se combinan para integrarse en un texto bien redactado.
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