|
Observa el magnífico estilo de Julio Cortázar, uno de los
más importantes autores del siglo XX:
Comercio
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a
numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho,
una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran
transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto.
Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar.
Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin
de evitar la repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas
mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la
obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas
burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres
de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios
las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al
final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas
al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las
esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción
diciendo así:
¡Crueles cronopios cruentos!. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos
de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos:
regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían
el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas
que no habían caído en las trampas del rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos
de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
Julio Cortázar, Historias de
cronopios y de famas, (fragmento).
|