La concisión es el ingrediente que le da agilidad al estilo. Utiliza sólo
las palabras necesarias para explicar lo que deseas. No más ni menos. No admitas en tu texto redundancias,
ni grandilocuencias, ni oscuridades, ni florilegios, así como tampoco te conformes con el estilo del texto
telegráfico, ese lacónico y ultracondensado en donde pareciera que te cobran el mensaje por palabra.
El secreto de la concisión está en la brevedad. La frase corta
contiene una sola idea y, al mismo tiempo, evita la monotonía en tu trabajo.
Escribe claro quien piensa claro. Para lograr la claridad debes empezar por saber
exactamente qué quieres decir antes de comenzar y decirlo sin más, utilizando palabras apropiadas,
frases breves y yendo directamente al grano. La claridad es la cúspide y el premio de las otras cualidades.
Argumentar que nuestro trabajo es para una elite de especialistas y que por ello la claridad no es importante constituye
un grave error.
Para asegurarnos que hemos sido claros podemos someter nuestro texto al siguiente
examen:
¿He usado adecuadamente los gerundios asegurándome de ello en las
reglas correspondientes?
¿Manejé adecuadamente las normas sobre la puntuación?
¿Evité el uso de frases excesivas que deterioran la brevedad y precisión del texto?
¿Evité cualquier falla de sintaxis en el texto que pueda llevarme a ideas confusas o ambiguas? |
Si contestaste afirmativamente todas las cuestiones ¡Felicidades! Podemos
estar casi seguros que tu texto posee un honesto estilo literario y que, por tanto, cumplirá con eficacia
su función de vehículo del pensamiento para tus lectores.
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